Con el siguiente ejemplo espero poder mostrar el desastre financiero que para cualquier persona supone mantener y conservar “dinero papel” sin más.
Vamos a ello,
Supongamos que el año en que nací (1967) me hubieran regalado un billete de 1.000 pesetas (el equivalente a unos 6 € actuales) y mis padres, y posteriormente yo, lo hubiéramos guardado en un cajón.
A finales de 2021, al abrir dicho cajón, efectivamente me encontraría con que sigo teniendo ese magnífico billete de 1.000 pesetas en mis manos. No obstante, desgraciadamente también vería que dicho billete no tendría el mismo poder de compra que tenía inicialmente.
Concretamente y debido al efecto de la inflación, su poder de compra habría caído a 0,22 € (o sea 26,81 veces menos).
Si por el contrario en lugar de guardar ese billete en el cajón se hubiera empleado en comprar 1 acción del índice Dow Jones en Enero de 1967 cuando cotizaba a 785,69 puntos, a la misma fecha de apertura de dicho cajón se tendría que la inversión se habría multiplicado por 42,22 veces (o por 1,6 veces tras descontar el efecto de la inflación acumulada).
Resumiendo,
Pasado este tiempo, en lugar de poder comprar 27 veces menos cosas al disponer sólo de 23 céntimos de euro en lugar de los 6 € iniciales, podríamos comprar ahora un 60 % más de cosas al haberse revalorizado dicha inversión hasta los 9,6 € de poder adquisitivo real.
La idea de guardar moneda papel o liquidez en cuentas corrientes a lo largo de la vida de una persona ( hablando de plazos de décadas) es el camino más rápido y sobre todo seguro, para llegar a la pobreza.
El dinero bajo el colchón solo para necesidades inmediatas y en todo caso si se quiere conservar efectivo para eventos inesperados mejor oro en monedas o lingotes que tienen una gran poder de conservar el valor actualizado con el paso del tiempo.